miércoles, 30 de noviembre de 2011

ABRAHAM LINCOLN - DECALOGO



1.- Usted no puede crear prosperidad desalentando la Iniciativa Propia.  

2.- Usted no puede fortalecer al débil, debilitando al fuerte. 

3.- Usted no puede ayudar a los pequeños, aplastando a los grandes. 

4.- Usted no puede ayudar al pobre, destruyendo al rico. 

5.- Usted no puede elevar al asalariado, presionando a quien paga el salario. 

6.- Usted no puede resolver sus problemas mientras gaste más de lo que gana. 

7.- Usted no puede promover la fraternidad de la humanidad, admitiendo e incitando el odio de clases. 

8.- Usted no puede garantizar una adecuada seguridad con dinero prestado. 

9.- Usted no puede formar el carácter y el valor del hombre quitándole su independencia (libertad) e iniciativa. 

10.- Usted no puede ayudar a los hombres realizando por ellos permanentemente lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos. 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El "Listado Patriótico" ... de la SIDE.

Entrando en este link  http://www.minplan.gov.ar/subsidios/ uno puede renunciar a los subsidios ...
Datos, datos y mas datos, eso es lo que le estamos proporcionando al Gobierno. Información.
La Información es Poder, y quien la maneja, maneja Poder; lo ejerce. El Poder se ejerce, no se detenta, no se hace alarde de tenerlo, lo utiliza y somete.
Si aún contra la propia voluntad y resistencia de quien es sometido al Poder, este se ejerce de manera indeclinable, implacable y constante, imaginen que sucede cuando el sometimiento es voluntario ... Da miedo de sólo pensarlo.
No estoy de acuerdo con los subsidios a los servicios, ni con estos métodos Stalinistas de Propaganda Oficial y de exaltación del "patriotísmo", de lo popular y masivo; la negación del Individuo, de lo sublime.
A propósito, cuantos funcionarios están renunciando eh ... es decir, cuantos funcionarios hay ¡¡
Por último, Amado Boudou, futuro vicepresidente (?), fue de los primeros en renunciar a los subsidios; Boudou vive en el Nac. & Pop. Puerto Madero, barrio al cual le fueron quitados los subsidios. Por ende, la renuncia de Amado es innecesaria. Falsa.
Otra capitulo mas del Relato de abnegacion, duelo y renunciamientos históricos.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Ayn Rand

"Huye por tu vida del hombre que te diga que el dinero es malvado. Esa frase es la campanilla de leproso de un saqueador acercándose. Mientras los hombres vivan juntos en la tierra y necesiten un medio para tratar unos con otros – su único sustituto, si abandonan el dinero, es el cañón de una pistola."
Ayn Rand

"'A esos señores que los están apuntando con la linternita para que se sienten no hace falta hacerles caso".

jueves, 10 de noviembre de 2011

Prueben si pueden verla ...

http://www.redcine.com.ar/2011/11/ver-la-rebelion-de-atlas-atlas-shrugged.html

El dólar paralelo llegó a $5,10 y limitan su venta | lapoliticaonline.com

El dólar paralelo llegó a $5,10 y limitan su venta lapoliticaonline.com

Improvisar, remendar, dar marcha atrás. La argentinidad al palo. "Lo atamo´ con alambre" escribió alguna vez Ignacio Kopani, uno de sus juglares.




El nuevo contexto económico / Ante las restricciones cambiarias

Por el dólar, la Aduana apunta a frenar las importaciones

Por Emiliano Galli | LA NACION
 

Por Twitter, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) daba cuenta ayer de la exclusión de 100 monotributistas del régimen por ser propietarios de embarcaciones, del secuestro de cocaína oculta en repuestos para máquinas o del incremento de la recaudación de Ganancias entre los fabricantes de colchones. Al parecer, una día normal. Al menos, para la administración K.
Pero ni una palabra sobre la parálisis total de las importaciones que -con el control del movimiento de divisas como objetivo- tuvo lugar desde las primeras horas de la mañana hasta pasado el mediodía. Nada, ni un contenedor, de cualquier origen, sin importar el valor de la operación ni el tipo de mercadería (fueran insumos para la industria nacional o medicamentos críticos), entró a la Argentina ayer.
Así, sin aviso ni resolución en el Boletín Oficial, todo aquel que buscó liberar el ingreso de una importación se encontró con una "ventana" nueva en el Sistema Informático María (SIM) y debió iniciar un expediente ante la Subdirección de Control Aduanero (ex Policía Aduanera): presentar una "copia certificada de toda la documentación bancaria" que avalara la transacción, para esperar luego un "análisis" de la sede central de la AFIP.
Una vez que el reguero de consultas confirmó sin atenuantes que la instrucción informática abarcaba a todo y a todos, en medio de la incertidumbre general por el curso del dólar, los ánimos de los despachantes -que ensayaban sin éxito ni fundamentos explicaciones a sus clientes, los importadores- se caldearon a tal punto que se "autoconvocaron" en el tercer piso de la Aduana, reclamando explicaciones a los gritos.

"PIQUETE" Y SUSPENSIÓN

Las escenas se repitieron en las terminales portuarias, con despachantes fuera de sí que presionaban sin éxito para llevarse la mercadería. Hasta en los bancos, donde al lado de las colas de particulares en busca de dólares se formaron filas de despachantes que solicitaban certificación de cartas de crédito u otro documento que saciara la sed oficial de "acreditación" de la operación. Pero los bancos tampoco contaban con ningún tipo de norma explicativa del Banco Central (BCRA) al respecto. La norma, finalmente, se "suspendió" tras el aluvión de despachantes que copó la Aduana y luego de que LA NACION informara en su edición digital sobre la medida, mostrando la "ventana" que trababa la operación en el SIM, sin ningún tipo de respaldo legal, y el "piquete" de los despachantes dentro de la Aduana .
Por la noche, el Centro de Despachantes de Aduana (CDA) informó que se habían "desbloqueado en su totalidad los despachos de importación que habían sido bloqueados oportunamente", aunque desde la Aduana también reafirmaron su decisión de avanzar por esa senda.
Antes, un abogado especialista en derecho aduanero había anticipado las altas probabilidades que existen de que una norma de estas características vea la luz. "Parece que se le escapó a alguien en el sistema [SIM] e hizo general algo que seguramente era selectivo, destinado a determinados CUIT. Hay empresas de primera línea que desde marzo tienen sus importaciones en el puerto y por temor no hacen nada", indicó el letrado, que tildó de "disparatada" la medida. Entre otros motivos, porque la norma de hecho de ayer pedía acreditar lo ya acreditado.
Otro especialista miembro del Instituto Argentino de Derecho Aduanero arriesgó: "Están tratando de instrumentar una medida que desaliente por completo las importaciones so pretexto de controlar quién importa y quién no", indicó. "Estamos volviendo al IAPI", agregó, en referencia al Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, creado por Perón en 1946 para administrar por completo el comercio exterior.
La Aduana finalmente se reunió con emisarios del CDA y con la Cámara de Importadores (CIRA) para informarles que la medida quedaba sin efecto a primeras horas de la tarde. Nadie logró saber quién fue el que la dictó. La directora de Aduanas, Siomara Ayerán, se encontraba en Brasil en una reunión de la Organización Mundial de Aduanas (OMA). Y el mismo subdirector de Control Aduanero, Silvio Minisini (quien debería concentrar los expedientes, según el instructivo), tampoco estaba al tanto, según consignaron despachantes que se reunieron ayer con él.
A partir de ahora, sin embargo, deberá adjuntarse como documentación complementaria al despacho de importación una constancia que acredite el pago al proveedor, firmada por el importador y el despachante, según informó el CDA.
Al atardecer, mientras tanto, Minisini enfrentó a los despachantes que reclamaban explicaciones a los gritos en el hall del tercer piso de la Aduana. También él a los    gritos les indicó que la medida quedaba suspendida hasta armar la estructura legal y dispositiva necesaria. Pero dejó claro, también, que el objetivo inicial seguía en pie: incrementar los controles sobre las importaciones.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

A 22 años de la caída del infame Muro de Berlín. Salud ¡

Oíd ¡mortales! el grito sagrado:
¡Libertad, libertad, libertad!


Oíd el ruido de rotas cadenas ¡


Alberdi, el escritor de la República

Nacido en el año de la Revolución de Mayo, Alberdi fue, junto a Sarmiento, uno de los intelectuales argentinos esenciales del siglo XIX. Una colección homenaje recupera su obra, con prólogos que la leen desde el siglo XXI. Aquí, Natalio Botana reflexiona sobre las "Bases...", fundamento de la Constitución Nacional y reflejo de "la búsqueda del buen gobierno republicano". Además, dos opiniones sobre su ficción.

Por: NATALIO R. BOTANA


En una Buenos Aires lejana, todavía pequeña, donde la élite letrada consumía con voracidad libros que se creían novedosos, Juan Bautista Alberdi pronunció estas palabras: "El estrépito del carro y las trompetas aturde nuestra conciencia [...]. Un día, señores, cuando nuestra patria inocente y pura sonreía en el seno de sus candorosas ilusiones de virilidad, de repente siente sobre su hombro una mano pesada que le obliga a dar vuelta, y se encuentra con la cara austera del tiempo que le dice: ‒Está cerrado el día de las ilusiones: hora es de volver bajo mi cetro".

En esta reflexión, perteneciente al discurso de apertura del Salón Literario en 1837, se condensa el programa intelectual que Alberdi habrá de desarrollar en el exilio a lo largo de quince años. El discurso del 37 marcó el comienzo de un pensamiento político cuya racionalidad permaneció siempre atada a las lecciones de la historia; las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina representarán, por su parte, la culminación de un proyecto largamente acariciado y, con alta probabilidad, la obra más difundida de cuantas escribió Alberdi. Para sus contemporáneos y la posteridad que llega a estos días del Bicentenario, Bases y puntos de partida... fue sin duda un texto fundador.

Las Bases... llegaron justo para dar respuesta a la incógnita que se abrió entre 1810 y 1816. Los habitantes del antiguo Virreinato del Río de la Plata, convertidos por las vueltas de un proceso revolucionario en ciudadanos de una república naciente, aceleraron la marcha hacia la Independencia, pero no alcanzaron a traducir esa pasión por una nueva identidad ante propios y ajenos en un pacto constitucional dotado de la suficiente legitimidad para durar y asimismo cambiar la sociedad. Este es el montaje que imagina Alberdi entre el candor de los momentos iniciales y el pasado que, al instante de la ruptura revolucionaria, empezó a tomar su revancha: más de cuatro décadas habían pasado entre 1810 y aquellas semanas de 1852 en que un autor, fogueado en el periodismo, en el ensayo filosófico y en los alegatos del foro, "escribiendo rapidísimamente, según mi costumbre, lo que pienso despacio", concluyó la redacción de las Bases... en Valparaíso.

El motivo de aquella premura es conocido. Las Bases... son antes que nada un libro de filosofía práctica, tal como se la entendía en el siglo XIX, puesto al servicio del Congreso Constituyente que, en 1853, escribió y sancionó la Constitución Nacional en la ciudad de Santa Fe, bajo el gobierno provisional de Justo José de Urquiza, el vencedor de Caseros. Las Bases... tuvieron heraldos en las provincias argentinas bien representados por el amigo entrañable de Alberdi, Juan María Gutiérrez, a quien le cupo integrar la comisión redactora de aquella constitución de larga vigencia con sus reformas. Tan pronto como se conoció el libro en su primera edición de Valparaíso, siguieron de inmediato una segunda, a la cual Alberdi añadió un Proyecto de constitución, y varias reimpresiones hasta llegar a la edición definitiva impresa en Besanzon en 1856 (la que aquí se reproduce).

En las primeras ediciones, Alberdi consignó un título ambicioso. Sostuvo que las Bases y puntos de partida.. derivaban " de la ley que preside el desarrollo de la civilización en la América del Sud, y del tratado litoral de 4 de enero de 1831". La ley del desarrollo preanunciaba un futuro del cual la Argentina no podía sustraerse so pena de reproducir, como en los ensayos unitarios de 1819 y 1826, unas constituciones "conservadoras del desierto y de la soledad"; la remisión al Tratado del Litoral implicaba, a su vez, la exigencia de respetar las cosas que ocurrieron y aceptar aquello que, en el pasado, fuera digno de rescatarse. Para el Alberdi de las Bases..., la ley del desarrollo de la civilización significaba "la dilatación del género humano" a partir de un núcleo que irradia desde Europa. En la clave de una concepción de la industria aplicada a todo el quehacer humano, cara a las ideas de Saint-Simon y de sus discípulos más cautos como Michel Chevallier, ese cambio trascendente en las relaciones económicas traía una promesa de integración social, en la medida en que el nuevo mundo fuese capaz de atraer a las poblaciones que no tenían cabida en Europa.

Sobre esta paradoja descansaba el programa estratégico de las Bases... La industria y la acumulación de capital ‒asunto que observó el mismo Marx‒ transforman el mundo, pero esa mutación impregnada de conflictos, para alcanzar algún nivel de armonía según la perspectiva de Alberdi, debía ser capaz de incorporar nuevas tierras y nuevos continentes. Un proceso mundial (la globalización no nació, por cierto, en estos últimos años) al cual la Argentina no podía permanecer ajena. Para llegar a este punto de partida (concepto que tomó textualmente de Tocqueville, en el primer volumen de De la démocratie en Amérique publicado en 1835), Alberdi llevó a cabo una síntesis extraída de diversas corrientes de pensamiento. El "sansimonismo" fue una de ellas, a la cual se sumaron la tradición liberal que venía del siglo XVIII con la ilustración escocesa y, en especial, con Montesquieu; la interpretación de la historia del llamado liberalismo doctrinario en Francia, bien ilustrado por Lerminier y François Guizot; la teoría constitucional del federalismo norteamericano y europeo, desde los autores de El Federalista, en especial Alexander Hamilton, los Comentarios de Joseph Story y la Constitución de California de 1849 (artículos I y IX) en los Estados Unidos, hasta llegar al proyecto de constitución de Pellegrino Rossi para la Confederación Helvética en 1848. Todo ello coronado por su experiencia obtenida sobre el terreno en torno al funcionamiento de la Constitución chilena de 1833 y por los escritos políticos de Esteban Echeverría, para Alberdi el maestro indiscutido de su generación.

Había sonado la hora de la organización y la voz convocante que mejor compendiaba ese objetivo era un vocablo sujeto al influjo de frustraciones y desaciertos. Era imprescindible pues dar cima a una constitución para organizar las partes dispersas de un territorio vacío, hacer de la libertad "un arte y un hábito adquirido", y para lanzar a ese país invertebrado a una aventura desconocida, la única en definitiva que le planteaba esa ley de dilatación del género humano. La constitución será entonces una transacción con el pasado, tal como le habían enseñado Montesquieu y Story, y una plataforma de progreso. En definitiva, la constitución como fin y como medio, una suerte de argumento circular que se repite una y otra vez en las Bases... "He aquí el fin de las constituciones de hoy día: ellas deben propender a organizar y constituir los grandes medios prácticos para sacar a la América emancipada del estado oscuro y subalterno en que se encuentra [...] Esos medios deben figurar a la cabeza de nuestras constituciones. Así como antes colocábamos la independencia, la libertad, el culto, hoy debemos poner la inmigración libre, la libertad de comercio, los caminos de fierro, la industria sin trabas, no en lugar de aquellos grandes principios, sino como medios esenciales de conseguir que dejen ellos de ser palabras y se vuelvan realidades [...] Hoy debemos constituirnos, si nos es permitido este lenguaje, para tener población, para tener caminos de fierro, para ver navegables nuestros ríos, para ver opulentos y ricos nuestros estados".

No requiere un razonamiento muy elaborado deducir que las Bases... fueron escritas por Alberdi para que la Argentina se diera una constitución republicana capaz de aventar el riesgo, como entonces se decía, de la tiranía. Pero, a diferencia de lo que postulaba la teoría antigua de las formas de gobierno, de Aristóteles a Maquiavelo, esa constitución era el único medio para alcanzar los fines de la civilización en América. La constitución era pues emblema de los derechos y libertades y también garantía de progreso. Este es el sustrato teórico del apotegma del Capítulo XXXI, "Gobernar es poblar". Poblar para traer nuevas costumbres sin las cuales, de acuerdo con las lecciones de Tocqueville, las constituciones son una cáscara vacía de contenidos legitimantes: poblar, favoreciendo con clausulas constitucionales explícitas (las mismas que recoge su Proyecto de constitución) la inmigración europea, única portadora, creía él, de esos valores; poblar, en fin, para que, al lado de ese movimiento incesante de individuos y familias, se depositaran en nuestro suelo las cosas vivas de la civilización industrial y sus agentes integradores. Los ferrocarriles, los "caminos de fierro son este siglo lo que los conventos eran en la edad media: cada época tiene sus agentes de cultura". Y añadía en otra parte del texto: "la libertad es una máquina, que como el vapor requiere para su manejo maquinistas ingleses de origen".

Este es el preámbulo para la formación vertiginosa de una sociedad civil antes inexistente en la Argentina. Había que quemar etapas. Como buen letrado del siglo XIX, la sociedad civil no significaba tan solo para Alberdi la difusión del capital humano y de la asociación voluntaria entre los ciudadanos de una democracia (según las teorías actualmente à la page), sino el presupuesto material y económico en cuya ausencia esos atributos no podrían al cabo desarrollarse. Sin economía sustentable no hay hábitos de sociabilidad que valgan. La escasez de recursos, la penuria y la guerra de todos contra todos habían pisoteado esos propósitos inscriptos en las primeras constituciones, haciendo de ese tipo de asociaciones tan deseadas escuelas de violencia y militarización: facciones belicistas siempre en trance de apropiarse de los recursos de un Estado asténico sin medios efectivos de gobierno.

A la vista de este profundo disenso inscripto en las cuatro décadas posteriores a 1810, la terapéutica que propone Alberdi tiene el doble propósito de recrear la ley y la moral que se difunde en los planos público y privado. Se trata de forjar una constitución nacida de las entrañas de la guerra civil para pactar la paz entre las facciones en pugna y, al mismo tiempo, instaurar una moral superior proveniente del exterior de nuestro continente. En suma, una moral de trasplante y aclimatación: "¿Cómo, en qué forma vendrá en el futuro el espíritu vivificante de la civilización europea a nuestro suelo? Como vino en todas las épocas: la Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe [...]

¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y los Estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslas aquí".

Esos gajos, dignos de insertarse en la cultura tradicional, deberían asegurar el desenvolvimiento de una moral laboriosa y pacífica basada en la educación espontánea. Esta última, producto del ejemplo práctico y de la emulación de las costumbres de los inmigrantes, debería arrinconar como inservible a la antigua instrucción anclada en el estudio de las humanidades. La combinación de ese tipo de enseñanza con la violencia desatada por las guerras civiles es para Alberdi el peor de los enemigos del progreso. Suma de guerreros y filósofos abstractos, ambos enemigos del progreso: paradójicamente, Alberdi condena su propia educación. Por eso, aunque no lo reconozca de manera explícita, el designio de las Bases... conlleva un programa de ruptura y conflicto con el pasado, como si irremediablemente hubiese estamentos de población inferiores y superiores. Tras una prosa decididamente romántica, el siguiente párrafo describe este asimétrico choque de culturas:

"Cuando la campana del vapor haya resonado delante de la virginal y solitaria Asunción, la sombra de Suárez [por Francisco Suárez, el filósofo neo escolástico de principios del XVII] quedará atónita a la presencia de los nuevos misioneros, que visan empresas desconocidas a los Jesuitas del siglo XVIII. Las aves, poseedoras hoy de los encantados bosques, darán un vuelo de espanto; y el salvaje del Chaco, apoyado en el arco de su flecha, contemplará con tristeza el curso de la formidable máquina que le intima al abandono de aquellas márgenes. Resto infeliz de la cultura primitiva; decid adiós al dominio de vuestros pasados. La razón despliega hoy sus banderas sagradas en el país que no protegerá ya con asilo inmerecido la bestialidad del la más noble de las razas."

Semejante discurso anunciaba, con más énfasis, el advenimiento de un nuevo mundo y la invención de una sociedad sobre la ruina de economías y demografías decrépitas. ¿Cómo salvar ese tránsito a todas luces traumático entre pasado, presente y futuro? La estrategia de Alberdi en las Bases... persigue la meta de instaurar un pacto constitucional, recuperando en buen ecléctico lo mejor del pasado para fijar señales claras en el camino e impedir, de paso, las recaídas que habían sufrido las anteriores constituciones. En esta transición sobresale el diseño institucional de una república posible que "consiste en elevar nuestros pueblos a la altura de la forma de gobierno que nos ha impuesto la necesidad; en darles la aptitud que les falta para ser republicanos; en hacerlos dignos de la república, que hemos proclamado, que no podemos practicar hoy ni tampoco abandonar; en mejorar el gobierno por la mejora de los gobernados; en mejorar la sociedad para obtener la mejora del poder, que es su expresión y resultado directo".

Se advierte en esta operación el influjo de teorías que procuran reconciliar, como ya hemos dicho, las apetencias de futuro de una filosofía del progreso con los datos que ofrece un análisis realista de la situación en que entonces se encontraba la Argentina. Alberdi no duda al respecto: "la historia es una escuela de gobierno". Pero esa historia es un escenario plagado de antagonismos que una buena constitución debe en primer lugar entender para luego superar. "Es preciso, por consiguiente, que el nuevo régimen contenga algo del antiguo" para resolver varias contradicciones: la que dividió a los unitarios y a los federales; la que opuso, como fuerzas en apariencia irreconciliables, a la religión con la libertad; la que violentó el ejercicio de la soberanía del pueblo mediante leyes electorales poco adecuadas a la idiosincrasia del país.

Si la guerra entre unitarios y federales dio curso a un drama irresuelto, "¿Cómo realizar ‒se pregunta Alberdi‒ una organización constitucional que abrace y concilie las libertades de cada provincia y las prerrogativas de toda la nación y de hecho permita a los gobiernos que deben aceptarla la continuación en el mando de sus provincias?" La respuesta de las Bases... es la de una fórmula mixta ‒mitad federal, mitad unitaria‒ "consolidable en la unidad de un régimen nacional; pero no indivisible como quería el Congreso de 1826, sino divisible y dividido en gobiernos provinciales, limitados, como el gobierno central, por la ley federal de la república". Esta fórmula recupera las interpretaciones del federalismo más centralistas de los debates constituyentes en los Estados Unidos expuestas por Alexander Hamilton en el artículo XV de El Federalista (uno de cuyos párrafos Alberdi cita extensamente en el capítulo XXVIII). En este artículo Hamilton hizo un giro copernicano sobre el viejo esquema de la confederación de estados aplicado en los Estados Unidos entre 1775 y 1787. Como es bien sabido merced a este cambio de enfoque nació el Estado federal moderno. El sustento de este "compuesto", como lo llamaba Hamilton, lo proveía un régimen impositivo de carácter nacional.

Del régimen fiscal dependía entonces la armazón del nuevo Estado. No obstante, esa imaginaria estructura estatal estaba condicionada en la Argentina por una conformación geográfica que otorgaba a la provincia y al puerto de Buenos Aires el cerrojo de la recaudación impositiva, por medio de los tributos al comercio exterior que cobraba la Aduana del puerto de dicha provincia. Sin nacionalizar esa Aduana el Estado federal en ciernes corría el riesgo de perecer desprovisto de recursos efectivos. Este desequilibrio territorial y económico fue para Alberdi un fantasma perturbador de sus proyectos constitucionales. El contexto de otra guerra civil, al desconocer Buenos Aires el Acuerdo de San Nicolás en 1852, hizo que las esperanzas que el autor había depositado en las Bases... oscilaran entre la confianza inicial en la unificación fiscal propuesta y el desencanto derivado de aquella inesperada ruptura.

No hubo, en rigor, nacionalización inmediata de la Aduana de Buenos Aires, lo cual aparejó que entre la primera edición de las Bases... y la definitiva impresa en Besanzon, en apenas cuatro años, Alberdi recomendara instalar la capital de la república y luego desplazarla hacia otro punto del país. En la primera versión, Buenos Aires se revestía con el manto civilizador que le había prestado Rivadavia en el primer lustro de la década de 1820; en la segunda, Buenos Aires ya no era el faro del progreso que había que encender nuevamente, sino el recinto de una tiranía monopólica ‒la de Rosas‒ que revertía a favor de sus propios intereses los recursos fiscales que también correspondían a las trece provincias restantes.

A partir de este conflicto sin visos de arreglo, las Bases... estuvieron envueltas en una atmósfera de frustración que contrastó con el rumbo exitoso que, de allí en más, tendrían otras instituciones previstas en el Proyecto de constitución; por ejemplo, el papel otorgado al Poder Ejecutivo Nacional en el marco republicano de la división de poderes y de una generosa declaración de derechos y garantías. Si hay una autoridad sobresaliente en las Bases... ella es sin duda la de un presidente no reelegible inmediatamente sino mediando un período de seis años, y dotado del poder suficiente para hacer valer su autoridad con instrumentos como el comando de la burocracia y de las Fuerzas Armadas, la declaración del estado de sitio y la intervención federal en las provincias en el caso de que alguna de ellas sufriera el flagelo tan temido por Alberdi de la sedición.

Para tallar el perfil del presidente, Alberdi recordaba con gusto la sentencia de Bolívar según la cual "los nuevos Estados de la América antes española necesitan reyes con el nombre de presidente". Esta inyección del temperamento monárquico en la forma republicana abría un curso ambivalente que podría llevar a una mayor o menor centralización del Poder Ejecutivo. Además (las lecciones de la Constitución de los Estados Unidos eran al respecto terminantes), el Poder Ejecutivo disponía del poder de veto frente a un Poder Legislativo que, de acuerdo con el Proyecto de constitución de las Bases..., sesionaba sólo durante cinco meses en sesiones ordinarias. El Poder Ejecutivo era, en cambio, la expresión de un poder en acto permanente que sin embargo, a ojos de Alberdi, debía estar sometido a la dura exigencia de llevar adelante el plan de progreso previsto en las Bases... Tan severo era este deber que el Proyecto de constitución, en su artículo 92, afirmaba que el presidente y sus ministros podían ser acusados por comprometer "el progreso de la población del país, la libertad de comercio y de navegación, la paz y la seguridad del Estado" (la comisión redactora de la Constitución Nacional omitió esta cláusula).

El presidente era por tanto un agente del desarrollo demográfico, social y económico que debía impulsar, codo a codo con el Congreso, una normativa especial del "Derecho público deferido a los Extranjeros" y de las "Garantías públicas de orden y progreso" (títulos respectivos de los Capítulos III y IV del Proyecto de constitución). En definitiva, un presidente de transformación y de orden consagrado a ese doble cometido pues, aunque esa autoridad suprema debía pertenecer a la religión católica, tenía asimismo la obligación de proteger la libertad de cultos porque así lo exigía la Constitución. En esta visión acerca de la religión, tributaria de Montesquieu y Tocqueville, se puede advertir el rol que Alberdi asignaba a la moral religiosa "como resorte del orden social": conservadora de usos establecidos y a la vez innovadora de las costumbres mediante las garantías del culto que, en toda libertad, podían profesar los inmigrantes y todos los habitantes de la Nación.

Con estas ideas sobre el poder y la libertad, Alberdi dedujo que la constitución debía arraigar en una instancia superior donde, de un modo u otro, se manifestaba la soberanía del pueblo. Aun cuando la antigua legitimidad monárquica penetrase tácitamente por los intersticios del Poder Ejecutivo de la "república posible", el artículo 2 del Proyecto de constitución estipulaba que "El gobierno de la República es democrático, representativo federal". El acople de ambos conceptos ‒república y democracia‒ fue desechado por el Congreso constituyente de 1853 al redactar con este giro el artículo 1°: "La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal, según lo establece la presente Constitución". Este artículo, una versión clásica de nuestra gramática constitucional, se conservó sin modificación alguna en todas las reformas a la Constitución que tuvieron lugar entre 1860 y 1994.

Si Alberdi calificó al diseño de su forma de gobierno como democrático, cabría preguntarse entonces qué sentido esta palabra tuvo en las Bases... Sin más vueltas , para él la democracia "más que una forma, es la esencia misma del gobierno". ¿Qué decir de esto? ¿Se trata de un principio inmutable o de un principio motor, histórico, que pone en movimiento a la sociedad? En rigor, según la perspectiva de una teoría muy difundida en el siglo XIX, en particular en Francia, la democracia, más que una forma específica de gobierno, era sinónimo de un tipo de sociedad en el cual predominan sentimientos de igualdad y de ascenso individual. Según el programa alberdiano, la inmigración y una generosa declaración de derechos civiles bastaban para alcanzar esas metas en un futuro cercano. La democracia era pues un proyecto social porque sin cambios profundos en la sociedad, ese decrépito agregado de individuos y estamentos, prisionero de viejas conductas oligárquicas y guerreras, terminaría destruyendo en el plano político los ideales democráticos del reconocimiento mutuo entre ciudadanos iguales. El cambio democrático debía entonces ser gradual. De lo social a lo político y no a la inversa.

Por no haber aplicado esta receta, el sufragio universal masculino, que Rivadavia instauró en Buenos Aires en los años 1820, sucumbió en manos del despotismo igualitario encarnado por Juan Manuel de Rosas. La interpretación histórica de las vicisitudes del sufragio universal incluida en las Bases... es la misma que defendió Esteban Echeverría en el Dogma socialista de la Revolución de Mayo y en la Ojeada retrospectiva que acompañó la edición definitiva de dicho texto (Alberdi, por su parte, había escrito el artículo correspondiente del Dogma..., íntegramente reproducido en las Bases..., sobre los antecedentes unitarios y federales)

Otro, por consiguiente debía ser el remedio aconsejable por la ley suprema: "El fin de la revolución estará salvado ‒nos dice Alberdi‒ con establecer el origen democrático y representativo del poder y su carácter constitucional y responsable". Según indicaba la teoría representativa que se fue formando entre los siglos XVIII y XIX, dicho origen podía tener un carácter inmediato con la presencia activa del pueblo soberano en todo tiempo y lugar, o bien, como deseaba Alberdi, el origen democrático del poder debía ser mucho más distante. La república debía entonces consagrarse a consolidar el desempeño constitucional y responsable del poder y, mediante una labor legislativa paralela, a levantar barreras que, prudentemente, impidan que el ejercicio del sufragio se desvíe hacia objetivos no queridos por el legislador. "Todo el éxito del sistema republicano en países como los nuestros ‒concluye Alberdi‒ depende del sistema electoral". Esta es la llave maestra para que la república y la democracia puedan perfeccionarse en paz: cerrar compuertas para que, de esa regulación del caudal de las pasiones populares, surja un sólido régimen representativo.

Con tal objeto, nada mejor que mediatizar la soberanía del pueblo instituyendo "el sistema de elección doble y triple, que es el mejor medio para purificar el sufragio universal". Estas restricciones no obturaban, sin embargo, la expresión plena del sufragio universal. Salvo para los candidatos que debían gozar de una determinada renta, las Bases... no recomendaban ninguna forma de voto censitario, pero ubicaban la sede donde se materializaba el sufragio universal ‒de acuerdo con las recomendaciones de Sieyès a finales del XVIII, de la Constitución de Cádiz y de las leyes electorales de los primeros años de nuestra Independencia‒ en el umbral más bajo de una escala ascendente: ciudadanos que votaban distintas clases de electores, y electores que votaban distintas clases de representantes. Tan fuerte fue su adhesión al efecto bienhechor del sufragio indirecto, que Alberdi no definió en la Segunda Parte de su Proyecto de constitución la manera en que debían ser elegidos los miembros de la Cámara de Diputados (en 1853 el Congreso determinó, en sentido contrario, que los diputados debían ser elegidos directamente por el cuerpo electoral).

En esta línea de reflexión, vale la pena poner frente a frente el dinamismo propio de la sociedad civil con que sueña las Bases... ‒-pletórico de movimiento, innovación y crecientes sentimientos de igualdad y ascenso social, generosamente abierto a los valores cosmopolitas provenientes del exterior‒-, para contrastarlo con el sesgo restrictivo que adquiere la praxis de la libertad política, mucho más cauta, cuando no temerosa, ante las expresiones multitudinarias de la soberanía popular. Por eso es preciso recabar en el pasado los antecedentes legislativos capaces de apuntalar tal designio. Acaso el pacto histórico entre pasado, presente y porvenir, que a cada página rezuman las Bases..., adquiera aquí un perfil acabado, no tanto como materia de imitación servil (sería absurdo, aunque algunos trasnochados insistan en hacerlo, de cara a los procesos actuales de democratización) sino como ejemplo de la acción del intelectual público que, en ciertas circunstancias de tiempo y lugar, produce una ética reformista y, por ende, una razonable exposición fundamentada de lo que hay que hacer.

En estos comienzos del siglo XXI y a doscientos años del nacimiento de Alberdi, resulta curioso y hasta conmovedor observar cómo en cada párrafo de las Bases... late la esperanza de modificar las resistencias de la realidad por medio del arte de la escritura, mezcla obsesiva, en quienes lo practicaban por aquella época, de explicación y persuasión. En buena medida, este libro es el reflejo de esa búsqueda del buen gobierno republicano. Más allá del fárrago de violencias, fracasos y feroces invectivas recíprocas en que se embarcaron Alberdi y muchos compañeros de su generación, tal vez esa intencionalidad primigenia se mantenga de pie.



*Prólogo a "Bases y punto de partida...", de Juan Bautista Alberdi. (Buenos Aires Ciudad-Emecé, 2010)

Un Gran Héroe en este lío ...

lunes, 7 de noviembre de 2011

Frase

"La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez".             
Winston Churchill

jueves, 3 de noviembre de 2011

"LA REBELION DE ATLAS" Ayn Rand (Fragmento)

¿Piensa Ud. que el dinero es la causa de todos los males?

¿Se ha preguntado cual es el origen del dinero? El dinero es solo un instrumento de intercambio que no puede existir a menos que existan bienes y personas capaces de producirlos. Es la forma material del principio según el cual quienes deseen tratar con otros deben hacerlo mediante transacciones, entregando valor por valor. No es un instrumento de los pordioseros, que exigen llorando el producto del trabajo ajeno, ni de los saqueadores que lo arrebatan por la fuerza; el dinero se hace sólo posible gracias a quienes producen. ¿Eso lo considera malvado?

Cuando se acepta dinero en pago del esfuerzo propio, se hace con la condición de que luego uno lo podrá cambiar por el producto del esfuerzo ajeno. No son los pordioseros ni los saqueadores los que dan valor al dinero. Y un océano de lágrimas, ni todos los cañones de la Tierra, podrán transformar los pedazos de papel que lleva en su billetera, en el pan que necesitará mañana para sobrevivir. Esos papeles, que en realidad deberían ser oro, son un pacto de honor; su tenencia da derecho a la energía de la gente que produce. Su billetera es la declaración de su convicción de que, en algún lugar del mundo, hay personas que no quebrantarán ese principio moral que es la raíz del dinero. ¿Eso es lo que considera malvado?

¿Alguna vez se ha preocupado por investigar las raíces de la producción? Observe un generador eléctrico y atrévase a pensar que ha sido creado por la fuerza bruta de seres carentes de inteligencia; intente cultivar una semilla de trigo sin los conocimientos transmitidos por quienes lo hicieron anteriormente; o trate de obtener alimento tan solo con movimientos físicos, y se dará cuenta de que la mente humana es la raíz de todos los bienes producidos y de toda la riqueza que alguna vez haya existido sobre la Tierra.Sin embargo, hay personas que aseguran que el dinero lo consiguen los fuertes a expensas de los débiles. ¿Pero a qué fuerza se refiere? No es la fuerza de las armas ni de los músculos, ya que la riqueza es el producto de la capacidad del hombre para pensar. Entonces, ¿el dinero lo obtiene quien inventa un motor a expensas de quienes no lo inventaron? ¿Lo obtiene el inteligente a expensas del idiota? ¿El capaz a expensas del incompetente? ¿El ambicioso a expensas del holgazán? El dinero debe hacerse, antes de que pueda ser saqueado, y es hecho a través del esfuerzo de las personas honradas, en la medida de la capacidad de cada una; y el honrado es aquel que comprende que no puede consumir más de lo que ha producido.

Comerciar utilizando dinero es el código de los hombres de buenas intenciones, porque el dinero se basa en el axioma de que cada uno es dueño de su mente y de su esfuerzo. El dinero no otorga ningún poder para prescribir el valor de un esfuerzo, más allá de la elección voluntaria de quien desea ofrecer el suyo a cambio.

El dinero le permite obtener por sus bienes y su trabajo lo que vale para los que lo compran, pero no más que eso. El dinero sólo permite tratos que se hacen en beneficio mutuo, según el libre juicio de ambas partes.

El dinero exige el reconocimiento de que se debe trabajar en beneficio, y no en perjuicio, propio; para ganar, y no para perder. El dinero reconoce que el hombre no es una bestia de carga nacida para transportar el fardo de su propia miseria, que debe ofrecer valores y no agravios, que el lazo común entre los seres no es un intercambio de sufrimientos, sino de bienes. El dinero exige vender, pero no debilidad a cambio de estupidez, sino talento a cambio de razón; exige comprar, no lo peor sino lo mejor que pueda conseguir. Y cuando las personas viven basadas en el intercambio, poniendo como árbitro decisivo a la razón en lugar de la fuerza, lo que triunfa es el mejor producto, el trabajo más perfecto, el hombre de mejor juicio y mayor idoneidad. El grado de productividad de cada uno es también el de su recompensa. Éste es el código de existencia, cuya herramienta y símbolo es el dinero. ¿Es esto lo que considera malvado?

El dinero es sólo un instrumento que lo llevará adonde quiera, pero no lo reemplazará como conductor; le dará los medios para la satisfacción de sus deseos, pero no le proveerá dichos deseos.

El dinero es el azote de quienes intentan revertir la ley de causalidad; de quienes buscan reemplazar la mente apoderándose de los productos de la mente.El dinero no comprará la felicidad para quien no sepa qué desea; no le dará un código de valores a quien haya rehusado adoptarlo, ni proporcionará un propósito a quien haya eludido la elección.

El dinero no brindará inteligencia al estúpido, ni coraje al cobarde, ni respeto al incompetente. Quien intenta comprar el cerebro de sus superiores, reemplazando con su dinero su mayor capacidad de juicio, termina convirtiéndose en víctima de sus inferiores. Los hombres inteligentes lo abandonarán, pero los embaucadores y los farsantes irán en manadas hacia él, atraídos por una ley que él desconoce: la de que nadie puede ser menos que su dinero. ¿Es éste el motivo por el que considera malvado al dinero?

Sólo quien no la necesita está capacitado para heredar riqueza, o sea aquel que de todos modos haría su propia fortuna sin que importe su punto de partida. Si un heredero está a la altura de su dinero, el dinero le sirve; de lo contrario, lo destruye. Pero cuando usted y quienes comparten sus ideas observan a alguien así, dicen que el dinero lo ha corrompido. ¿Es verdad? ¿O ha sido él quien ha corrompido al dinero? No envidie a un heredero inútil, pues su riqueza no es suya. No le habría ido mejor en caso de obtenerla. No tiene sentido considerar que esa riqueza debería haberse distribuido entre usted y los otros, pues cargar al mundo con cincuenta parásitos en vez de uno no reviviría la virtud muerta de esa fortuna. El dinero es un poder viviente que si es despojado de su raíz, muere; por eso no le servirá a una mente que no esté a su altura. ¿Es éste el motivo por el que se lo considera malvado?

El dinero es su medio de supervivencia. El veredicto que pronuncia sobre su fuente de supervivencia es el mismo que pronuncia sobre su vida. Si la fuente es corrupta, está condenando su propia existencia. ¿Ha conseguido el dinero por medio del fraude? ¿Siendo alcahuete de los vicios o de la estupidez humana? ¿Sirviendo a los imbéciles con la esperanza de conseguir más de lo que su capacidad merece? ¿Degradando sus ideales? ¿Realizando una tarea que desprecia para vendérselas a quienes aborrece? En tal caso, su dinero no le proporcionará ni un momento de auténtica felicidad, pues todo lo que compre no será un elogio hacia su persona, sino un reproche; no un triunfo, sino un constante recordatorio de la vergüenza. Entonces gritará que el dinero es malo. ¿Malo porque no sustituye al respeto que se debe a sí mismo? ¿Malo porque no deja disfrutar de su corrupción? ¿Es ésta la causa del odio hacia el dinero?

El dinero será un efecto del que las personas somos causa. Es producto de la virtud, pero no lo hará virtuoso ni lo redimirá de sus vicios. El dinero no le dará lo que no se merezca, ni material ni espiritualmente. ¿Es ésa la razón por la que se lo aborrece?

¿O acaso sostiene que el amor al dinero es el origen de todos los males? Amar una cosa es conocerla y respetar su naturaleza; por lo tanto, amar al dinero es conocer y respetar el hecho de que representa lo mejor de cada uno, que es la llave maestra para intercambiar su esfuerzo por el mejor esfuerzo de los demás. La persona que vendería su alma por unos centavos es la que proclama a gritos su odio hacia el dinero; y hay que reconocer que tiene motivos para odiarlo. Pero los amantes del dinero están dispuestos a trabajar por él, y saben que están en condiciones de merecerlo. Quien maldice el dinero, lo ha obtenido de manera deshonrosa, pero quien lo respeta, se lo ha ganado honestamente.

Huya de quien le diga que el dinero es malvado, pues esa frase es la señal que anuncia la presencia de un saqueador. En tanto los hombres vivamos en sociedad y necesitemos medios para tratar unos con otros, el único sustituto, en caso de abandonar el dinero, serían las armas.

El dinero exige las más elevadas virtudes para conseguirlo o conservarlo. Quienes carecen de valentía, de orgullo o de autoestima, los que no tienen sentido moral de su derecho al dinero y no están dispuestos a defenderlo como si se tratara de su propia vida, esos que parecen pedir perdón por ser ricos, no lo serán por mucho tiempo, pues son un cebo natural para las bandas de saqueadores, que desde hace siglos se agazapan bajo las rocas y salen en cuanto huelen a alguien que ruega ser perdonado por ser rico, y se apresuran a aliviarlo de su culpa, de su dinero y de su vida, tal como lo merece.

Entonces verán aparecer los hombres de doble moral: los que se basan en la fuerza, y sin embargo, dependen de quienes viven del comercio para darle valor a su dinero robado. Son los que quieren ser virtuosos gratuitamente, aquellos que en una sociedad moral son los criminales de quienes la ley debería proteger a los demás. Pero cuando una sociedad establece la existencia de criminales por derecho y de saqueadores legales, es decir de personas que utilizan la fuerza para apoderarse de la riqueza de víctimas desarmadas, entonces el dinero se convierte en vengador de su creador.

Esos ladrones se sienten seguros al robar a indefensos, luego de haber sancionado una ley para desarmarlos, pero su botín se convierte en un imán para otros saqueadores que también se lo arrebatan de la misma forma como ellos lo hicieron. Entonces el éxito irá, no la más competente en la producción, sino al capaz de la más despiadada brutalidad y crueldad. Cuando la fuerza se convierte en norma, el asesino vence al carterista, y la sociedad desaparece entre ruinas y cadáveres.

¿Quieren saber si ese día se acerca? Observe al dinero, pues es el barómetro de las virtudes de una sociedad. Cuando vea que el comercio se hace, no por consentimientos de las partes, sino por coerción; cuando adviertan que para producir, necesitan obtener autorización de quienes no producen nada; cuando comprueben que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciban que muchos se hacen ricos por el soborno y por las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no los protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en auto sacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.

El dinero es un medio tan noble que no compite con las armas, ni pacta con la brutalidad. Nunca permitirá sobrevivir a un país basado parcialmente en la propiedad y parcialmente en el robo. Siempre que aparezcan elementos destructores entre los humanos, comienzan destruyendo al dinero, porque éste es la protección del hombre y la base de su existencia moral. Los destructores se apoderan del oro, y entregan a cambio un montón de papel impreso. De esta forma, destruyen todas las normas objetivas del valor y dejan al hombre en las garras de un juez arbitrario. El oro era un valor objetivo, un equivalente a riqueza producida. El papel es una hipoteca sobre riqueza que no existe, respaldada por un arma apuntada al pecho de quienes se espera ha de producirla.

El papel es un cheque librado por saqueadores legales sobre una cuenta ajena: sobre la virtud de las víctimas. Espere al día en que ese papel sea rechazado con la leyenda “sin fondos”.

Cuando se haya convertido a la maldad en medio de supervivencia, no espere que los hombres sigan siendo buenos, no espere que conserven la moral y pierdan la vida convertidos en forraje de los inmorales, no espere que produzcan cuando la producción sea castigada y el robo recompensado. Entonces, no deberá preguntar “¿Quien está destruyendo al mundo? Porque será usted mismo el que lo estará haciendo.

Se encuentra entre los mayores logros de la civilización más productiva y se pregunta porqué todo se derrumba, mientras maldice la fuente que le da la vida: el dinero. Ve al dinero como lo han hecho sus antepasados salvajes. En la historia de la humanidad, el dinero ha sido siempre botín de saqueadores, de un tipo o de otro, cuyos nombres fueron cambiando, pero cuyos métodos fueron siempre los mismos: apoderarse del dinero por la fuerza y mantener cautivos a los productores, degradándolos, difamándolos y despojándolos de su honor. Esa frase acerca de la maldad del dinero, que expresa con meticulosa imprudencia, viene de la época en que la riqueza era producida por el trabajo de los esclavos, esclavos que repetían los movimientos inventados con anterioridad por la mente de alguien y que siguieron ejecutándose sin mejora alguna durante siglos. Mientras la producción fue gobernada por la fuerza y la riqueza se consiguió por usurpación, había poco para conquistar. Sin embargo, a lo largo de los siglos de miseria y de hambre, las personas exaltaron a los saqueadores como aristócratas de la espada, como aristócratas desde la cuna, y más tarde, como aristócratas de la burocracia, despreciando a los productores, como esclavos, comerciantes, vendedores o industriales.

Para gloria de la humanidad, existió por primera y única vez en la historia un país del dinero y no es posible dar un mayor tributo a los Estados Unidos de América, porque eso significa un país donde reinan la razón, la justicia, la libertad, la producción y el progreso. Por primera vez, la mente y el dinero de los hombres quedaron libres, dejó de existir la fortuna como botín de conquista y, en lugar de guerreros y esclavos, surgió el verdadero productor de riqueza, el gran trabajador convertido en el tipo más elevado de ser humano: el auto suficiente, el industrial estadounidense.

Si se pide que dé algún nombre a la distinción de la cual los estadounidenses pueden estar orgullosos, elegiría porque contiene a todas las demás, la de haber sido el pueblo que acuñó la expresión “ hacer dinero” Ninguna otra lengua o nación había utilizado semejante fórmula, porque los hombres siempre consideraron a la riqueza como una cantidad estática que sólo podía ser arrebatada, mendigada, heredada, distribuida, saqueada o obtenida como favor. Los estadounidenses fueron los primeros o mejor dichos los únicos que comprendieron que la riqueza debe ser creada. La frase hacer dinero contiene la esencia de la moralidad humana.

Sin embargo, debido a esas palabras, los estadounidenses fueron denunciados por las culturas podridas de estos continentes de ladrones. Ahora, el credo de los saqueadores los ha llevado a pensar que los más dignos industriales son motivo de vergüenza, que su prosperidad es motivo de culpa, que los industriales más eminentes son unos canallas, que sus magníficas fábricas producto de su trabajo honrado son el fruto del trabajo de esclavos movidos por el látigo, como los que construyeron las pirámides de Egipto. El depravado que se lamenta de no ver la diferencia en su propia piel como ocurrirá a la larga.

Hasta que descubra que el dinero es la raíz de todo lo bueno, seguirá encaminándose hacia su propia destrucción. Cuando el dinero deje de ser la herramienta mediante la cual los hombres se relacionan entre sí, los hombres mismos se convertirán en herramientas e otros hombres. Sangre, látigos, armas; o dólares. Debe elegir. No hay otra opción.

Ayn Rand
La Rebelión de Atlas

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Premonitoria letra del Rey Lagarto sobre la Argentina K ?

"Este es fin
hermoso amigo,
este es el fin,
mi único amigo, el fin.

De nuestros elaborados planes, el fin.
De todo lo que permanece, el fin.
Sin seguridad o sorpresa, el fin.
Nunca miraré en tus ojos……..otra vez.

¿Puedes proyectar lo que será
tan ilimitado y libre,
necesitando desesperadamente de una
mano extraña,
en una tierra desesperada?"

viernes, 28 de octubre de 2011

Ok, aquí vamos ...

¡Piu Avanti!

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...
Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!